sábado, 11 de diciembre de 2010

Estudio sobre las pinzas

No sé si somos conscientes de los grandes inventos que a lo largo de la historia han ayudado al ser humano a ser más humano. Desde la edad de piedra (que no se debe estimar) pasando por la edad de los metales (que esta si se puede decir porque el hierro y el bronce son masculinos) hemos disfrutado de descubrimientos y artilugios que alguien ha pensado por y para nosotros. Gracias al descubrimiento del fuego, hoy en día las mujeres pueden disfrutar de los calendarios que el cuerpo de bomberos edita. Gracias a la rueda (que por cierto es la que mejor rueda) la industria del cine y la televisión ha avanzado tanto. Con la frase “silencio, se rueda” se han realizado grandes programas como “La rueda de la fortuna” que aún hoy está en antena. Pero sin duda uno de los mejores inventos del mundo son las pinzas. Nada más nacer, a la edad de cero años, el médico nos coloca una pinza en el cordón que nos une a nuestra madre para separarnos de ella. La pinza nos abraza antes que nuestra propia madre. Es nuestra primera amiga y ella lo sabe y le gusta, porque no es un objeto solitario. Pueden ser de madera o de plástico de muchos colores y viven en comunidad por lo que deduzco que no son racistas. Aunque sólo saben bostezar, morder o abrazar necesitan la ayuda del ser humano para hacerlo. Por mucho que las aprietes, sólo abren la boca, no se quejan, por lo que deduzco que son mudas. Nos necesitan y nosotros a ellas también, ¿quién no se ha puesto alguna vez una pinza en la nariz? ¿Quién no les ha quitado el muelle para comprender su sofisticado mecanismo? Cuando tiendo y oigo un trueno, se me va la pinza y a pesar de que ellas siempre cumplen, siempre nos acordamos de la ropa tendida cuando llueve, pero no de ellas. Aunque no sabemos cómo se reproducen, si sabemos que nacen en los supermercados y que sus cementerios son los patios de las comunidades. No abandones las pinzas, ellas nunca lo harían.

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